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divendres, 18 de març del 2016

Cabaret Victoria: un soplo de aire fresco




El siglo XIX dejó en nuestra memoria personajes mundialmente reconocidos y admirados como Edgar Allan Poe, Hermann Hesse, Jules Verne, Benito Pérez Galdós o lo que es lo mismo una gran cantidad de historias, escritos y novelas para hacernos soñar una y otra vez con mundos paralelos, también realistas pero sobre todo fantásticos e incluso oníricos. Esto es precisamente lo que el Cabaret Victoria celebra: literatura, fantasía, música e interpretación con un tono alegre y picarón.

La Sala Fènix recupera una de sus primeras producciones con motivo del tercer aniversario de su apertura. Bajo la dirección de Felipe Cabezas y Pere Cabaret junto al resto del elenco: Aleyda Puerto, Elena Visus, Iván Giménez y Judith Alarcón (papel también interpretado por Alba Valldaura, de la misma manera que Cabezas alterna su interpretación con Jordi Tienza) nos sumergimos en una aventura pirata a grito de “al abordaje” y “sin equipaje”. Cabe destacar la participación de la jovencísima Àgata Cabezas, que aporta un gran valor añadido gracias a su juventud y pasión por una profesión que lleva en la sangre. En pocas producciones podemos disfrutar de un personaje tan joven dentro de una obra que casi podríamos llamar familiar.

No hay cuarta pared. La función empieza antes de empezar, es la hora y nada más abrir la cortina que da paso a la sala nos reciben los actores y nos invitan a unirnos a su tripulación, el pianista toca y la cantante ameniza mientras cada uno toma asiento alrededor del escenario. La obra se estructura en tres actos que combinan tres historias con el teatro de máscaras, la Comedia del Arte, las marionetas y la pantomima. El conjunto se refuerza con trucos visuales de gran efectismo capaces de generar una gran atmósfera que, además, demuestra la versatilidad de la Sala Fènix y el poder de la creatividad en escena. La reciprocidad con el público y la complicidad entre sus personajes es uno de sus puntos fuertes.

La música es esencial ya que es la que conduce la obra y la que aporta ese toque de cabaret y de vodevil tan característico de épocas pasadas –aunque en ocasiones se echa en falta un poco más de proyección vocal-. Igual de importante es su improvisación tanto musical como interpretativa que puede llegar a romper el ritmo, pero que rápido vuelve a su curso gracias a un director que no solo actúa, sino que es capaz de dirigir en escena.

Cabaret Victoria es una obra que produce carcajadas por su frescura y su ingenio, además de por su calidad y variedad interpretativa.